Cuando se habla de estrategia fiscal, inmediatamente pensamos en grandes corporativos, despachos de auditoría o servicios de asesoría inalcanzables para los negocios pequeños y medianos. Sin embargo, se trata de un concepto mucho más simple de lo que imaginamos, y que puede ayudar a empresas de todo tamaño a alcanzar sus objetivos de crecimiento.
Como explican los especialistas, la meta principal de una estrategia fiscal no es pagar menos impuestos, sino optimizar al máximo los recursos disponibles. Está integrada por metodologías y prácticas de carácter preventivo (por ejemplo, la deducción de impuestos), siempre apegadas a lo permitido por la ley, e integradas en el plan de crecimiento de largo plazo.
En otras palabras, reducir, eliminar o diferir el pago de impuestos es una actividad a la que toda persona física o empresa tiene derecho, siempre que se realice en forma lícita, se cuente con la documentación necesaria para sostenerla y no se exponga a la operación a un riesgo innecesario.
En este proceso, el Contador se convierte en una figura clave para brindar el mejor consejo y diseñar estrategias a la medida de cada compañía. Pero más allá de las características únicas de cada empresa, hay cuatro pasos básicos que es importante que los dueños de negocios conozcan y en los que tienen que involucrarse sí o sí. Y son los siguientes.
1. Análisis integral de la situación
Una estrategia fiscal necesita de información contable detallada y el punto de vista de los responsables de diferentes áreas de la empresa: además del dueño del negocio y del contador, tienen que participar el director de Administración, el de Finanzas y el de Recursos Humanos. Además, y dependiente del tamaño, la complejidad de la operación y las posibilidades de la compañía, lo ideal es consultar a uno o dos especialistas externos en la materia, para que brinden un punto de vista objetivo sobre las posibilidades de mejorar la situación fiscal.
2. Planeación
Con toda la información necesaria y el punto de vista de los expertos, entonces hay que ponerse a trabajar en los aspectos básicos de la estrategia fiscal. Como comentamos, toda propuesta debe estar dentro de la ley y nunca hay que exponer a la empresa a un riesgo innecesario. Además, es importante que todos los accionistas de la empresa sean informados, y que idealmente firmen un documento para que su aprobación quede registrada por escrito.
3. Implementación
Una vez definidos los lineamientos de la estrategia fiscal y las nuevas políticas que se van a poner en marcha, entonces hay que aplicar las primeras medidas. Esto no puede ser realizado de un día para otro, ya que es necesario que todas las áreas de la empresa se comprometan con esta política. Por lo tanto, hay que definir nuevos procesos de trabajo y comunicarlos con anticipación a todas las personas involucradas (por ejemplo, si el pago a proveedores va a extenderse en 30 días, hay que trabajar con los responsables de compras y pagos).
4. Seguimiento y ajustes
Por último, ten en cuenta que una estrategia fiscal no puede mantenerse inalterable a lo largo del tiempo, sino que tiene que adaptarse a los cambios por los que atraviese la empresa. Estos cambios pueden tener que ver con su crecimiento, la variación en su oferta de productos o servicios, la aparición de nuevas oportunidades de expansión o nuevas disposiciones fiscales. Por eso, la recomendación final es monitorear en forma permanente los resultados de la estrategia, revisarla en forma periódica y adaptarla a los nuevos escenarios.
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