En Estados Unidos existe un dicho muy bueno: “Keep the eyes on the price”, que podríamos traducir como “Mantente enfocado en el premio”. Hace referencia a la motivación, eso que nos permite seguir adelante aún en los momentos más difíciles. Y a algo que muchos emprendedores y dueños de pequeñas y medianas empresas (Pymes) olvidan: el objetivo final o la razón por la que algún día decidieron iniciar su propio negocio.
¿Cuál es tu idea del éxito? ¿Qué es lo que sueñas con alcanzar con tu empresa? ¿Riqueza? ¿No tener nunca más un jefe? ¿O quizá tener un impacto positivo en la vida de otras personas? Al final, lo que realmente importa es que tu negocio sea una fuente de bienestar y “bien ser” para ti, tu familia, tus colaboradores, tus clientes, tus proveedores y tu comunidad. Porque a lo largo de la historia, una y otra vez se ha confirmado que cuando el ser humano se olvida de lo esencial termina sufriendo.
Existen cientos de miles de historias acerca de emprendedores y empresarios “exitosos” en lo económico y miserables en su vida personal. Son muchos los que terminan solos, o con familias destruidas y disfuncionales. Por eso es fundamental hablar acerca de cómo tenemos que mantenernos enfocados en lo importante, más allá de los beneficios económicos que queramos alcanzar.
Por supuesto, lograr el equilibrio entre nuestra vida profesional y personal no es fácil. Yo mismo, que soy dueño de una Pyme, que nací en el seno de una familia emprendedora, y que trabajo todos los días con otros hombres de negocios, a veces encuentro complicado balancear mis actividades empresariales y el tiempo que paso con mi familia y amigos, o que dedico a mi desarrollo espiritual. Pero no tenemos otra opción que intentarlo, porque de otra forma terminaremos perdiendo la oportunidad más hermosa que tenemos: la de ser felices.
Creo que, como dijo el gran autor Wayne Dyer, somos seres espirituales viviendo una experiencia física, material. Y que como afirma Thomas J. Chalko, autor del extraordinario libro ‘La libertad de elegir’ (The Freedom of Choice, que puedes leer gratis y en español en Internet), el objetivo último de los seres humanos en esta vida es practicar el amor incondicional. Y estoy convencido de que Dios, o el destino, o aquello en lo que tú creas, crean un programa único y especial de lecciones para que cada uno de nosotros pueda ir practicando y mejorando esa capacidad.
¿Qué hay para mí?
Quizá estos conceptos te parezcan un poco abstractos para un blog de negocios, en el que buscamos información práctica sobre cómo vender más, cómo cumplir con el pago de los impuestos, o cómo ser mejores líderes. Pero justamente, entender la diferencia entre el mundo económico o transaccional y el mundo espiritual te ayudará a comprender por qué vivimos tan confundidos y desbalanceados. Y entonces podrás empezar a trabajar en tu propio equilibrio interior, para entonces sí acercarte cada día a tu premio.
Es un hecho que pasamos la gran mayoría de nuestra vida en actividades relacionadas con lo material, con lo económico. Cada día intercambiamos bienes y servicios: compramos alimentos y medicinas, pagamos por el servicio de Internet o algún seguro. A lo largo de los años adquirimos automóviles, casas, pagamos por la organización de nuestra boda o el viaje de luna de miel, invertimos en nuestra educación y en la de nuestros hijos…
Lo mismo pasa en nuestra empresa: adquirimos materia prima, herramientas y maquinaria, bienes y servicios. Incluso pagamos por el trabajo de la fuerza laboral y por el de los colaboradores externos.
Cada día hacemos una transacción: damos algo a cambio de otra cosa. Por eso vivimos con esa idea de que en el mundo real “no hay comidas gratis” (“There is no free lunch”, en inglés). Más que en el premio, terminamos obsesionados con la satisfacción inmediata y con lo material. Todo parece reducirse a una sola pregunta: “¿Qué hay para mí?”.
Pero si como empresarios queremos alcanzar las dos dimensiones del éxito, entonces tenemos que cambiar nuestra perspectiva. Ampliar nuestra visión. Y el primer paso es plantarnos de una manera diferente frente a la operación diaria de la compañía, y sobre todo frente a los retos y los problemas: en vez de verlos como un obstáculo para llevar a cabo nuestros planes, tenemos que preguntarnos cuál es la lección que tenemos que aprender, tanto en el plano empresarial como en el espiritual. Entonces, nuestra empresa se convertirá en una de nuestras mayores fuentes de crecimiento.
A veces, lo único que tenemos que hacer es aprender las lecciones que nos llegan en el momento adecuado. Y olvidarnos de la ganancia económica. Debemos permanecer atentos a las señales de que, por ejemplo, estamos descuidando a los empleados o a nuestra familia, perdiendo a los amigos, o afectando nuestra salud. Y ver esos llamados de atención o de “conciencia” como un paso más en nuestro programa de crecimiento espiritual.
Los emprendedores y empresarios tenemos una oportunidad única en este sentido, ya que pasamos mucho tiempo en la empresa. Y entonces, podemos convertirla en una verdadera escuela de vida, incluso para quienes trabajan con nosotros.
Hay otras formas muy efectivas para integrar tus prácticas de desarrollo personal con tu formación como empresario, que no solo te convertirán en una mejor persona y líder, sino que también tendrán un impacto positivo en el crecimiento del negocio. Estaré hablando de esto en las próximas columnas. ¡Nos reencontramos el mes próximo!
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Rodrigo Laddaga es emprendedor, coach especializado en el crecimiento de pequeñas y medianas empresas, autor y conferencista. Está certificado en algunas de las metodologías más exitosas del mundo para el crecimiento de las Pymes, como EMyth, Pumpkin Plan, Profit First, Duct Tape Marketing y Top Grading, entre otras. Ha sido miembro de organizaciones que buscan impulsar el éxito de emprendedores y empresarios, como Entrepreneur Organization (E0), Endeavor y Unión Social de Empresarios de México (USEM). Es fundador de Helpi Coaching y acaba de publicar su primer libro. Síguelo a través de Facebook: Rodrigo Laddaga Helpi Coaching.